lunes, 24 de noviembre de 2008

PLATÓN-REPÚBLICA MARCO HISTÓRICO

I
Desde una perspectiva histórica de alcance los hechos que más pudieron determinar la vida y las circunstancias en las que se desarrolló la producción de Platón (floruit 388: fundación de su Academia), y la actividad de su maestro Sócrates (ejecución: 399 aC), fueron dos grandes conflagraciones que se sucedieron en las geografías terrestres y marítimas de la Hélade: La tres guerras médicas (contra los persas, durante la práctica totalidad de la primera mitad del siglo V aC, hasta el 448 aC), y las Guerras del Peloponeso (431-404).  En lo que toca al primero de estos conflictos, es de resaltar que correspondió a la polis de Atenas la dirección de una Liga o Confederación de poleis, la llamada Liga Délica, que fue la que acabó imponiéndose a los persas. El desenlace final de esta guerra determinó una época de florecimiento y esplendor económico y cultural en Atenas y en las poleis de su influencia: el conocido como ‘siglo de Pericles’, hasta el 429 aC. Son estos los años en los que produjeron sus obras Fidias, Policleto y Mirón; en los que se levantó el Partenón y se consolidó y adornó la Acrópolis; los años en los que se escribieron los dramas y comedias de Esquilo, Sófocles, Aristófanes y Eurípides; y se dieron a conocer las obras de Heródoto, Demócrito, Anaxágoras, y otros hombres de cultura: los mismos años en los que acabó fraguando la koiné, la lengua común de la cultura helena). Sin embargo esta época de esplendor y auge atenienses fue bruscamente interrumpido por las Guerras del Peloponeso (431-404) con las que la aristocrática Esparta y sus aliados —a veces los persas— acabaron imponiéndose primero a la fórmula democrática de Pericles, que dirigió a Atenas durante los primeros años de la contienda, y seguidamente a todas las alianzas y resistencias que opuso Atenas a la primacía del régimen oligárquico y aristocrático (jefes militares) de Esparta. El fin de la contienda, favorable a Esparta, marcó de una forma dramática y definitiva a la ciudadanía ateniense. Primero una Tiranía de treinta tiranos impuesta por Esparta de menos de un año de duración, y posteriormente una refundación de la Democracia que ya no consiguió restituir la antigua grandeza de la cultura ateniense.
II
Cuando Platón estaba trabajando en la confección de su diálogo más extenso, Politeia (República), se encontraba en aquel período de su producción que los especialistas en su obra denominan ‘de madurez’. Este periodo se abre a sus 42 años y se extiende hasta cumplidos los 57 (desde 385 al 371 aC). A este periodo pertenecen sus cuatro escritos más concluyentes: Fedón, diálogo en el que el tema principal es la inmortalidad del alma pero en el que se tocan otros temas antropológicos y relativos al conocimiento; Fedro, dedicado a los temas de la belleza, el conocimiento, la reminiscencia, y la naturaleza y composición del alma; Banquete, diálogo en el que desde el tema del amor humano se presenta a la Filosofía como una actividad erótica; y, por último el escrito más voluminoso de Platón, Politeia (República, o, como suele llamarse ‘La república’), en el que se desarrolla la utopía política que este pensador, epígono de Sócrates, porfió en presentar como realizable. En este diálogo, que es el que nos interesa más ya que el texto a analizar procede de él, en los capítulos VI y el VII, y a propósito del tema de la educación en general (la paideia) y de ‘la educación que ha de recibir el gobernante’ en particular (pedagogía áulica o política) se desarrollan con una claridad que en otros trabajos con una intencionalidad más gnoseológica no se encuentra los temas del conocimiento relativo al dominio de las Ideas (el topos eidético) y a la constitución de la realidad en dos extensos ámbitos sustanciales a los que hemos dedicado espacio en otra sección (el topos eidético, o ámbito de las ideas-objeto, al que tiende la Razón, y el topos aistethós, o ámbito de lo sensible, al que está en cierta forma ‘condenado’ el conocimiento sensible).

En este diálogo, como en la mayoría de los otros que componen el corpus platonicum, la figura principal vuelve a ser la de su maestro Sócrates cuya autoejecución en el año 399 aC supuso para el aún joven Platón (que tenía entonces 29 años) un trauma personal que, en la opinión de muchos de sus biógrafos, nunca llegó a superar, constituyendo por ende este mismo hecho traumático la explicación de la radicalidad y el utopismo platónicos: una especie de negación sistémica de la realidad que se basaría en la percepción que Platón tenía de la misma como una ‘realidad degradada’. Sabido es que el proceso que se le incoó a Sócrates en la fecha citada no tuvo una faceta penal normal (no se trataba, ni mucho menos, de establecer una pena a un presunto delincuente). De lo que se trataba era de identificar a un personaje relevante de la Atenas que fue vencida por Esparta en la Guerra del Peloponeso con la finalidad de buscar una catarsis colectiva (algo así como una superación de un cuadro de patología social). Está claro que estos hechos y su dramático desenlace marcaron profundamente a Platón, tanto en el plano filosófico como en el personal.

Después de esta fecha Platón realizó una serie de viajes y de largas estancias en distintas plazas de la Hélade, incluida la Magna Grecia (Italia), África (Cirene), y de Egipto. Algunos biógrafos apuntan la posibilidad de que estos viajes y estas largas estancias respondieran a la necesidad de exiliarse tras la ejecución de su maestro. En al año 388 Platón se embarca en una aventura política en la corte de Dionisio I de Siracusa (Sicilia) de la que sale tan mal parado que acaba siendo vendido como esclavo en Egina. Rescatado por un ciudadano de Cirene, que lo reconoció, volvió a Atenas en el 387 fundando este año su Academia: la ‘primera universidad europea’, como así ha sido reconocida por numerosos comentaristas de su obra y por estudiosos de la institución escolar.

La vocación práctica de su proyecto político es patente cuando en dos ocasiones más (en el año 366 y en el 361, al tiempo que componía sus obras ‘autocríticas’, entre ellas Leyes) volvió a intentar en esta misma plaza siracusana, a la muerte de Dionisio I, poner los cimientos de su república; en la última de estas ocasiones su vida corrió un riesgo severo; contaba entonces 66 años. No parece muy acertado, pues, calificar la producción política de Platón como propia de un ‘utopista’, sobre todo si entendemos que un utopista es aquel que establece una sociedad perfecta sobre los papeles (en la teoría) pero que no pueden llevarse a la práctica. En el caso de Platón su proyecto político, a pesar de su radicalidad, tenía una justificación más práctica que teórica: se trataba de promover una Atenas en la que la ejecución de su maestro no hubiera podido tener lugar.

1 comentario:

El Porquero de Agamenón dijo...

Muy interesante y muy claro. Soy Alberto.